top of page

Érase una vez un asno que al envejecer y dejar de ser útil, su dueño maltrataba. Cansado de tanta vejación, decidió irse a la ciudad de Bremen donde la banda municipal buscaba músicos. Pensó que uno como él, que sabía rebuznar tan bien, ganaría fácil el concurso.

Mientras iba hacia allí, coincidió con un perro esquelético y de grandes ojeras, a quien propuso ir a la banda para ladrar.

Más tarde un gato vagabundo se unió al grupo y el tercero siguió así, lleno de esperanza hacia la ciudad. Al llegar junto a la valla de una granja, se detuvieron para animar a un viejo gallo que con sus alas abiertas lanzaba al cielo su escuálido “kikiriki”. Los animales le dijeron que cantaba muy bien pero el gallo les dijo que se lo querían comer. Al escuchar eso los animales le propusieron que se fuera con ellos. De esta manera fueron cuatro.

El trayecto era largo, la noche cayó pronto y los animales se encontraron inmersos en un frondoso bosque invadidos por el miedo, cuando a lo lejos vieron brillar una luz tras los árboles. Se acercaron poco a poco a la ventana de una casita perdida en la espesura. El asno apoyó sus patas delanteras en la ventana, el perro curioso se subió a su grupa, el gato sobre el perro y el gallo voló encima de todos con tal de ver que sucedía dentro. 

 Era un refugio de malhechores que celebraban su última fechoría con un banquete.

El asno y sus amigos, muertos de hambre, al ver tras los cristales la mesa servida, se pusieron nerviosos. El asno cansado de soportar la pirámide encima suyo, rompió la ventana con el hocico, proyectando a sus amigos dentro, encima de una lámpara. La habitación quedó a oscuras pero se llenó con el rebuzno del asno, los ladridos del perro y el maullido del gato. También el gallo participó. Los bandidos aterrorizados huyeron gritando: ¡¡El diablo!!

Gracias a esto pudieron comer. Cuando estaban soñolientos, uno de los bandidos, al no oír ningún ruido dentro de la casa, se atrevió a entrar. Abrió la puerta temblando y , empuñando la pistola se dirigió hacia la chimenea, pero al confundir los brillantes ojos del gato con dos brasas, acercó un fósforo y de golpe se encontró con unas garras furiosas en el rostro. Cayó hacia atrás encima del perro y mientras soltaba la pistola y ésta se disparaba se encontró con los dientes afilados del perro en su pierna. El asno, al ver la sombra del bandido por el hueco de la puerta, le propinó tal coz que lo lanzó fuera, mientras el gallo lo celebraba con un "kikiriki".

El bandido huyó alertando al resto de ladrones de que había un enorme monstruo. De esta manera los bandidos huyeron de aquel sitio maldito.

Asno, perro, gato y gallo se hicieron dueños de la casa y descubrieron un pequeño tesoro abandonado por los bandidos que les permitió vivir felices y comer en abundancia.

FIN

bottom of page